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TRAZABILIDAD ALIMENTARIA


Hace unos días saltó la alarma en Barcelona con un brote de gastroenteritis por beber agua envasada. Una de las medidas que la empresa alimentaria tomó fue la rápida retirada “preventiva” de 6 lotes del agua envasada, formados por un total de 6158 botellas que se habían repartido a 925 clientes (podéis ver el comunicado oficial en este enlace).


¿Cómo se pudo realizar esta retirada de lotes de manera tan rápida y efectiva? Gracias a la trazabilidad.

TRAZABILIDAD: DE DONDE VIENE A DÓNDE VA

Hoy en día, la posibilidad de identificar un alimento o sus componentes desde el origen hasta la puesta a disposición del consumidor se considera un aspecto fundamental de la seguridad del producto, y recibe el nombre de trazabilidad.


Ésta palabra viene del ínglés, y deriva del verbo “to traze” que significa “rastrear”, “seguir la pista”. Según la RAE, deberíamos utilizar la palabra “rastreabilidad”, sin embargo no ha calado en nuestra sociedad, por lo que casi todas las empresas y profesionales del sector, usamos “trazabilidad”.


El Codex Alimentarius o “Código alimentario”, establecido por la FAO y la Organización Mundial de la Salud, define la trazabilidad como “La capacidad para seguir el movimiento de un alimento a través de una o más etapas especificadas desde la producción, transformación hasta la distribución”.


En pocas palabras, es la capacidad de seguir la historia de un producto, conociendo de dónde vienen los componentes que lo forman, hasta a dónde va (distribución).

Las empresas alimentarias deben realizar tres tipos de trazabilidad:

  • Trazabilidad hacia atrás: Nos permite conocer cuáles son los productos que entran en la empresa y quiénes son sus proveedores

  • Trazabilidad interna: seguimiento del producto desde que entra en la empresa hasta que se distribuye.

  • Trazabilidad hacia adelante: permite conocer hasta dónde ha llegado el producto, cuál es su destino, cuál es su cliente.

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Para comprobar que las empresas alimentarias realizan esta trazabilidad, y que además es efectiva, se realizan “simulacros de retirada” en los que se pide que de un lote escogido aleatoriamente la empresa sepa decir de dónde vinieron los ingredientes (trazabilidad hacia atrás), los lotes con los que se elaboraron los productos en la industria y cuándo se elaboraron (trazabilidad interna) y a quiénes se les distribuyeron (trazabilidad hacia delante).


De esta manera ante una alerta alimentaria, como la del agua en Barcelona, se pueden localizar los lotes afectados y retirarlos del mercado de manera rápida, causando el menor daño posible a la salud humana.


¿Habíais oído antes este término? Seguro que sí, pero esperamos que con esta explicación os quede un poco más claro de qué va.


¡Nos vemos en el próximo post!

 

"Piensa que la comida es un acompañamiento en tu vida, no el planto principal"

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